Allí, durante las largas, largas horas estivales, / Brillaría una luz de oro, / y espesas plantas nuevas y macizos de flores / Se alzarían en su hermosura. / La oropéndola anidaría, cantando / La historia de su amor, junto a mi nicho; / La errante mariposa / Descansaría allí, y se escucharía / A la abeja hacendosa y al colibrí.
¿Y si a mediodía alegres gritos / llegaran desde el villorrio / O canciones de doncellas bajo la luna, / Mezcladas con risas de hadas? / ¿Y si bajo el resplandor nocturno / Los amantes prometidos se pasearan a la vista de mi humilde monumento? / Yo quisiera que el hermoso escenario que me circunda / No conociera visiones o sonidos más tristes.
Ya sé, ya sé que no vería / El magnífico espectáculo de la estación, / Que su brillo no brillaría para mí, / Ni manaría su ardiente música; / Pero si, en torno a mi lugar de sueño, / Los amigos que amo vinieran a llorarme, / Quizá no se apresurarían a marcharse. / La suave brisa, las canciones, la luz y los capullos / Los harían demorarse junto a mi tumba. / Y todo eso llevaría a sus aquietados corazones / El pensamiento de lo que fue, / Y les hablaría de uno que no puede compartir / La alegría de esa escena; / De uno cuya parte en toda la pompa que llena / El circuito de las colinas estivales, / Es tan sólo... el verdor de su tumba; / Y sus corazones se alegrarían hondamente / Al escuchar otra vez su voz viviente.
Estos son textos inéditos propios y otros ajenos conocidos, también hay algunas imágenes y señales que he hallado y construido; y que ahora deseo compartir entre-nos-otros (me gusta recibir tus comentarios). Es parte del ejercicio de exponer-me como la aprendiz que soy, de poder viajar entre los pliegues de mis trazos, navegando preguntas para seguir abierta a reinventarme, evolucionar-me, desatarme, alborotarme, quitarme el polvo, y más aún, desaprender atajos a la sombra.