Estos son textos inéditos propios y otros ajenos conocidos, también hay algunas imágenes y señales que he hallado y construido; y que ahora deseo compartir entre-nos-otros (me gusta recibir tus comentarios). Es parte del ejercicio de exponer-me como la aprendiz que soy, de poder viajar entre los pliegues de mis trazos, navegando preguntas para seguir abierta a reinventarme, evolucionar-me, desatarme, alborotarme, quitarme el polvo, y más aún, desaprender atajos a la sombra.
martes, 29 de junio de 2010
Fragmentito de La Resistencia – Ernesto Sábato.
"Tenemos que reaprender lo que es gozar. Estamos tan desorientados que creemos que gozar es ir de compras. Un lujo verdadero es un encuentro humano, un momento de silencio ante la creación, el gozo de una obra de arte o de un trabajo bien hecho. Gozos verdaderos son aquellos que embargan el alma de gratitud y nos predisponen al amor. La sabiduría que los muchos años me han traído y la cercanía a la muerte me enseñaron a reconocer la mayor de las alegrías en la vida que nos inunda, aunque aquélla no es posible si la humanidad soporta sufrimientos atroces y pasa hambre." Pág 14.
"The Princess" - La Princesa. Último poema extenso de Alfred Tennyson.
Lágrimas, vanas lágrimas, cuyo sentido ignoro, / Lágrimas desde lo hondo de alguna divina desesperanza / Nacen en el corazón y se agolpan en los ojos, / Cuando se contemplan los apacibles campos otoñales / y se piensa en los días idos para siempre.
Frescos como el primer rayo que ilumina un velamen, / Que hace surgir a nuestros amigos del averno, / Tnstes como el último rayo que empurpura el navío / Hundiéndose con todo lo que amamos; / Así de tristes, así de frescos, los días idos para siempre.
Ah, tristes y extraños como en las sombrías albas estivales / El primer gorjeo de los pájaros soñolientos / Para los oídos del moribundo, cuando sus ojos agonizantes / Ven iluminarse lentamente la ventana; / Tan tristes, tan extraños, los días idos para siempre.
Caros como los evocados besos de alguien ya muerto, / Y dulces como aquellos que la fantasía sin esperanzas imagina / En labios que son de otros; profundos como el amor, / Profundos como el primer amor, y exaltados de nostalgia; / Oh muerte en vida, días idos para siempre.
Frescos como el primer rayo que ilumina un velamen, / Que hace surgir a nuestros amigos del averno, / Tnstes como el último rayo que empurpura el navío / Hundiéndose con todo lo que amamos; / Así de tristes, así de frescos, los días idos para siempre.
Ah, tristes y extraños como en las sombrías albas estivales / El primer gorjeo de los pájaros soñolientos / Para los oídos del moribundo, cuando sus ojos agonizantes / Ven iluminarse lentamente la ventana; / Tan tristes, tan extraños, los días idos para siempre.
Caros como los evocados besos de alguien ya muerto, / Y dulces como aquellos que la fantasía sin esperanzas imagina / En labios que son de otros; profundos como el amor, / Profundos como el primer amor, y exaltados de nostalgia; / Oh muerte en vida, días idos para siempre.
"June"- Junio. Fragmento de uno de los poemas menores de William Cullen Bryant.
Allí, durante las largas, largas horas estivales, / Brillaría una luz de oro, / y espesas plantas nuevas y macizos de flores / Se alzarían en su hermosura. / La oropéndola anidaría, cantando / La historia de su amor, junto a mi nicho; / La errante mariposa / Descansaría allí, y se escucharía / A la abeja hacendosa y al colibrí.
¿Y si a mediodía alegres gritos / llegaran desde el villorrio / O canciones de doncellas bajo la luna, / Mezcladas con risas de hadas? / ¿Y si bajo el resplandor nocturno / Los amantes prometidos se pasearan a la vista de mi humilde monumento? / Yo quisiera que el hermoso escenario que me circunda / No conociera visiones o sonidos más tristes.
Ya sé, ya sé que no vería / El magnífico espectáculo de la estación, / Que su brillo no brillaría para mí, / Ni manaría su ardiente música; / Pero si, en torno a mi lugar de sueño, / Los amigos que amo vinieran a llorarme, / Quizá no se apresurarían a marcharse. / La suave brisa, las canciones, la luz y los capullos / Los harían demorarse junto a mi tumba. / Y todo eso llevaría a sus aquietados corazones / El pensamiento de lo que fue, / Y les hablaría de uno que no puede compartir / La alegría de esa escena; / De uno cuya parte en toda la pompa que llena / El circuito de las colinas estivales, / Es tan sólo... el verdor de su tumba; / Y sus corazones se alegrarían hondamente / Al escuchar otra vez su voz viviente.
¿Y si a mediodía alegres gritos / llegaran desde el villorrio / O canciones de doncellas bajo la luna, / Mezcladas con risas de hadas? / ¿Y si bajo el resplandor nocturno / Los amantes prometidos se pasearan a la vista de mi humilde monumento? / Yo quisiera que el hermoso escenario que me circunda / No conociera visiones o sonidos más tristes.
Ya sé, ya sé que no vería / El magnífico espectáculo de la estación, / Que su brillo no brillaría para mí, / Ni manaría su ardiente música; / Pero si, en torno a mi lugar de sueño, / Los amigos que amo vinieran a llorarme, / Quizá no se apresurarían a marcharse. / La suave brisa, las canciones, la luz y los capullos / Los harían demorarse junto a mi tumba. / Y todo eso llevaría a sus aquietados corazones / El pensamiento de lo que fue, / Y les hablaría de uno que no puede compartir / La alegría de esa escena; / De uno cuya parte en toda la pompa que llena / El circuito de las colinas estivales, / Es tan sólo... el verdor de su tumba; / Y sus corazones se alegrarían hondamente / Al escuchar otra vez su voz viviente.
"The Waif" - El abandonado. Poema de Henry Wadsworth Longfellow.
El día termina, y la oscuridad / Cae de las alas de la noche / Como una pluma que desciende, perdida / Por un águila en su vuelo.
Veo las luces del pueblo / Brillando entre la lluvia y la niebla, / Y me invade una tristeza / Que mi alma no puede resistir;
Una sensación de tristeza y anhelo, / Que no se asemeja al dolor, / Y sólo recuerda la tristeza / Como la niebla recuerda la lluvia.
Ven, léeme algún poema, / Un canto simple y cordial, / Que calmará este inquieto sentir / y desterrará los pensamientos diurnos.
No leas nada de los grandes maestros de antaño, / Ni de los sublimes bardos / Cuyos pasos distantes resuenan / En los corredores del tiempo.
Pues, como acentos de música marcial, / Sus intensos pensamientos evocan / El interminable trabajo y esfuerzo de la vida; / Y esta noche ansío descansar.
Léeme algún poeta más humilde, / Cuyas canciones manaron del corazón, / Como las lluvias de las nubes estivales, / O las lágrimas de los ojos manan;
Un poeta que, en largos días de trabajo / Y noches privadas de reposo, / Aún escuchaba en su alma la música / De maravillosas melodías.
Canciones tales saben aquietar / El agitado pulso del afán, / Y llegan como la bendición / Que sigue a la plegaria.
Lee, pues, del precioso volumen / El poema que prefieras, / y presta a las rimas del poeta / La belleza de tu voz.
Y la noche se llenará de música, / Y los cuidados que infestan el día / Plegarán sus tiendas, como los árabes / Y en silencio, como ellos, se alejarán.
Veo las luces del pueblo / Brillando entre la lluvia y la niebla, / Y me invade una tristeza / Que mi alma no puede resistir;
Una sensación de tristeza y anhelo, / Que no se asemeja al dolor, / Y sólo recuerda la tristeza / Como la niebla recuerda la lluvia.
Ven, léeme algún poema, / Un canto simple y cordial, / Que calmará este inquieto sentir / y desterrará los pensamientos diurnos.
No leas nada de los grandes maestros de antaño, / Ni de los sublimes bardos / Cuyos pasos distantes resuenan / En los corredores del tiempo.
Pues, como acentos de música marcial, / Sus intensos pensamientos evocan / El interminable trabajo y esfuerzo de la vida; / Y esta noche ansío descansar.
Léeme algún poeta más humilde, / Cuyas canciones manaron del corazón, / Como las lluvias de las nubes estivales, / O las lágrimas de los ojos manan;
Un poeta que, en largos días de trabajo / Y noches privadas de reposo, / Aún escuchaba en su alma la música / De maravillosas melodías.
Canciones tales saben aquietar / El agitado pulso del afán, / Y llegan como la bendición / Que sigue a la plegaria.
Lee, pues, del precioso volumen / El poema que prefieras, / y presta a las rimas del poeta / La belleza de tu voz.
Y la noche se llenará de música, / Y los cuidados que infestan el día / Plegarán sus tiendas, como los árabes / Y en silencio, como ellos, se alejarán.
domingo, 27 de junio de 2010
LA VOZ A TI DEBIDA
Versos 102 a 126
¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».
Pedro Salinas.
¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».
Pedro Salinas.
SIN VOZ, DESNUDA
Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.
Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
—fría, invencible, eterna—
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.
Pedro Salinas.
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.
Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
—fría, invencible, eterna—
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.
Pedro Salinas.
LA VOZ A TI DEBIDA
Versos 388 a 424
Yo no necesito tiempo
para saber cómo eres:
conocerse es el relámpago.
¿Quién te va a ti a conocer
en lo que callas, o en esas
palabras con que lo callas?
El que te busque en la vida
que estás viviendo, no sabe
mas que alusiones de ti,
pretextos donde te escondes.
Ir siguiéndote hacia atrás
en lo que tú has hecho, antes,
sumar acción con sonrisa,
años con nombres, será
ir perdiéndote. Yo no.
Te conocí en la tormenta.
Te conocí, repentina,
en ese desgarramiento
brutal de tiniebla y luz,
donde se revela el fondo
que escapa al día y la noche.
Te vi, me has visto, y ahora,
desnuda ya del equívoco,
de la historia, del pasado,
tú, amazona en la centella,
palpitante de recién
llegada sin esperarte,
eres tan antigua mía,
te conozco tan de tiempo,
que en tu amor cierro los ojos,
y camino sin errar,
a ciegas, sin pedir nada
a esa luz lenta y segura
con que se conocen letras
y formas y se echan cuentas
y se cree que se ve
quién eres tú, mi invisible.
Pedro Salinas.
Yo no necesito tiempo
para saber cómo eres:
conocerse es el relámpago.
¿Quién te va a ti a conocer
en lo que callas, o en esas
palabras con que lo callas?
El que te busque en la vida
que estás viviendo, no sabe
mas que alusiones de ti,
pretextos donde te escondes.
Ir siguiéndote hacia atrás
en lo que tú has hecho, antes,
sumar acción con sonrisa,
años con nombres, será
ir perdiéndote. Yo no.
Te conocí en la tormenta.
Te conocí, repentina,
en ese desgarramiento
brutal de tiniebla y luz,
donde se revela el fondo
que escapa al día y la noche.
Te vi, me has visto, y ahora,
desnuda ya del equívoco,
de la historia, del pasado,
tú, amazona en la centella,
palpitante de recién
llegada sin esperarte,
eres tan antigua mía,
te conozco tan de tiempo,
que en tu amor cierro los ojos,
y camino sin errar,
a ciegas, sin pedir nada
a esa luz lenta y segura
con que se conocen letras
y formas y se echan cuentas
y se cree que se ve
quién eres tú, mi invisible.
Pedro Salinas.
viernes, 25 de junio de 2010
ESTA NOSTALGIA
Este sueño que vivo,
esta nostalgia con nombre y apellido,
este huracán encerrado tambaleando mis huesos,
lamentando su paso por mi sangre...
No puedo abandonar el tiempo y sus rincones,
el valle de mis días
está lleno de sombras innombrables,
voy a la soledad como alma en pena,
desacatada de todas las razones,
heroína de batallas perdidas,
de cántaros sin agua.
Me hundo en el cuerpo,
me desangro en las venas,
me bato contra el viento,
contra la piel que untada está a la mía.
Qué haré con mi castillo de fantasmas,
las estrellas fugaces que me cercan
mientras el sol deslumbra
y no puedo mirar más que su disco
-redondo y amarillo-
la estela de su oro lamiéndome las manos,
surcándome las noches,
desviviéndome,
haciéndome desastres...
Me entregaré a los huracanes
para pasar de lejos por esa luz ardiendo.
Estoy muriéndome de frío.
esta nostalgia con nombre y apellido,
este huracán encerrado tambaleando mis huesos,
lamentando su paso por mi sangre...
No puedo abandonar el tiempo y sus rincones,
el valle de mis días
está lleno de sombras innombrables,
voy a la soledad como alma en pena,
desacatada de todas las razones,
heroína de batallas perdidas,
de cántaros sin agua.
Me hundo en el cuerpo,
me desangro en las venas,
me bato contra el viento,
contra la piel que untada está a la mía.
Qué haré con mi castillo de fantasmas,
las estrellas fugaces que me cercan
mientras el sol deslumbra
y no puedo mirar más que su disco
-redondo y amarillo-
la estela de su oro lamiéndome las manos,
surcándome las noches,
desviviéndome,
haciéndome desastres...
Me entregaré a los huracanes
para pasar de lejos por esa luz ardiendo.
Estoy muriéndome de frío.
SIENTO QUE VOY ALEJÁNDOME
Siento que me voy alejando, que voy saliéndome poco a poco de esta realidad de las mañanas y las tardes y voy entrando a un mundo que estoy construyéndome con mis deseos y mis ansiedades y todas las cosas reprimidas que empiezan a querer salírseme y que me empujan, casi sin darme cuenta, en la incertidumbre, allí donde deberé quedarme sola, donde me da miedo ir porque sé que tendré que asumir toda la responsabilidad del haberme dado cuenta, del saber que no todo es aire y agua y pan y leche y que hay algo más que nos rodea, que está en la atmósfera, que nos persigue y espera para envolvernos en esa belleza dolorosa que quisiéramos compartir y acercarla a los demás pero, al contrario, nos aleja, nos hace sentirnos irreales, diferentes, como que acabáramos de nacer a un mundo que no conocimos hasta entonces o como que hubiésemos llegado de la estrella más cercana o de la más lejana y estamos abiertos totalmente a las hojas, al ruido, sintiendo derramarse la vida, sintiendo que nos acercamos a esa, la verdadera realidad, aunque todos crean lo contrario y nosotros no podamos explicárselos.
jueves, 24 de junio de 2010
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