Presiento que vendrás, al rato siento subir unas pisadas por las escaleras y
bajo la puerta veo como alguien interfiere la entrada de la luz, oigo que
eligen una llave de un gran manojo y la introducen en la cerradura.
Tu olor invade mi casa palmo a palmo y como está sumida en lo oscuro no
logro ver tu rostro, sólo sé que estás allí. Pregunto con tu nombre pero no
respondes, creo saber que estas bajo la detenida sombra del arco.
Continúo sin verte pero entras en la habitación y caminas respirando hacia mí.
Me inquieto un poco pues no has dicho nada, pero en el momento en
que pones tu mano sobre mis piernas te reconozco. Pregunto ¿cómo estás,
por qué este tu silencio? y me acallas con tus labios.
Sólo acojo, supongo que estás triste y te recibo en mi abrazo,
tu sombra escala mi piel, rodea mis rodillas, se enreda entre mis piernas,
se regodea en mi vientre, serpentea mis caderas y te nutro de mis senos.
Estamos donde queríamos estar y aún así, agitado, te separas, caminas hacia la ventana y la abres.
Veo como tomas formas que no terminan, escucho como un romper de huesos
en tu espalda, te moldeas, cambias, pero el contraluz sólo me deja sombras en la niebla.
Perpleja, admiro, giras y me miras, y agitando tus alas inicias tu vaporoso vuelo.