sábado, 10 de julio de 2010

NADIA

Siempre o casi siempre, se supone que debo andar buscando algo extraordinario.
Ser alguien en particular, arrastrar conmigo el tormentoso miedo a no ser nadie,
temerosa del vacio y de la nada. Queriendo llenar este vacío interno con todo o,
al menos, con cualquier alguien.

Imposible ser alguien, no ser es el elemento del que estoy hecha.
Yo lo he probado muchas veces y de múltiples formas, y nunca he triunfado
– incluso hasta las Paulas fracasan-.

No es posible ser alguien, porque eso no esta dentro de la naturaleza las cosas.
Sólo puedo ser nadie. Pero no hay nada de malo en ser nadie, al entender esto,
la infelicidad de mi búsqueda ha desaparecido y la dicha fluye como un torrente.

El infierno y la desdicha son el resultado del esfuerzo imposible e innatural.
El cielo no es más que ser natural. Soy nadie, he nacido como una nadie,
sin nombre, sin forma ni deseo. Y moriré como una nadie.

Mi nombre y mi forma sólo están en la superficie,
pero en lo profundo sólo soy un enorme espacio vacío.
Y esto es hermoso, porque si fuera alguien, sería limitada.

El cosmos y las diosas no pueden permitir que alguien se alguien:
si yo fuera alguien sería finita, ¡las diosas no permitirían eso!
Me han dado la libertad de elegir ser nadie, sin fin.

De pronto he dejado de intentar lo imposible,
de pronto he dejado de intentar elevarme
tirando los cordones de mis zapatos,
de pronto comprendí lo absurdo que era y
dejé de hacerlo.

Entonces la verdad se extendió por dentro de mí y
la calma, y la serenidad reemplazaron la angustia y
la pesadez del esfuerzo cotidiano de querer ser alguien.